jueves, 8 de enero de 2009

La agonía del Tribunal Constitucional

Albert Einstein definía a la locura como la acción humana que espera distintos resultados haciendo lo mismo. ¿Podemos esperar distintos resultados de la misma comisión presidida por Aurelio Pastor? ¿Podemos esperar transparencia de un Congreso que hizo lo imposible por ocultar lo que hacía? ¿Es o no es cierto que buen número de postulantes se han alejado o renunciado por la grosera manipulación de la etapa inicial? ¿Podemos esperar algo distinto de 16 finalistas que deben su ubicación no al mérito sino a la componenda política? ¿Qué significa que uno de los 16, el señor Vladimir Paz de la Barra haya estado reunido con el conspicuo aprista Miguel Angel Romero, ex presidente de la Corte Superior de Lima? ¿Es o no es cierto que ya todo está salpicado de dudas y desconfianzas? ¿Es o no es cierto que los más entusiastas con seguir con "el grupo de los 16" son apristas y fujimoristas, fieles a su complicidad de facto?. El proceso ya está dañado. Lo demuestran las puyas, encontronazos y disputas de las últimas horas. No podemos esperar que de la reciente decisión del Congreso, de continuar trabajando sobre la base endeble y manipulada del actual proceso se pretenda obtener un buen cuarteto. Argumentar tiempo para trabajar sobre la base de los actuales 16 finalistas es convalidar la manipulación porque ¿Quién nos puede garantizar, si no lo hemos visto, que algunos de los descalificados (54 candidatos) no haya sido mejor que los seleccionados?¿Cómo podemos aceptar unos candidatos que llegaron a la final como consecuencia de una elección completamente irregular?. Es lamentable que se piense que por el factor tiempo se tenga que empezar desde el punto donde la manipulación fue descubierta. Y es más lamentable que el Congreso no se de cuenta de lo que está cometiendo, salvo que siga, conscientemente, manipulando a la opinión pública. El proceso debe empezar de cero, con nueva comisión, nueva selección y -cómo no- comisión de investigación de los repudiables hechos puestos al descubierto. De lo contrario todo será una burla, una burla que se siente fortalecida por la incapacidad momentánea de la sociedad de hacer sentir su indignación ante tanta tropelía y una locura, una locura por querer distintos resultados persistiendo en hacer lo mismo.


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