viernes, 9 de enero de 2009

A propósito de la huída de Kenya Fujimori

En un post anterior publicado el 9 de junio "Fujimori y la democracia castrada" indicábamos con claridad que una extradición es un proceso mixto, que tiene tanto de jurídico como de político y que por tanto la exhortación del presidente García a no intervenir debería caer en saco roto. Pero no fue así. Nuestra cada vez más penosa clase política le hizo caso a García, cayendo en el juego de quien no quiere que venga, contando con el apoyo -cómo no- de los diversos medios de comunicación. Hoy seguimos siendo pocos, muy pocos, los que reclamamos que la política debe tener parte activa en el proceso de extradición de Fujimori por la sencilla razón que el proceso ya se politizó, se ha politizado hasta el extremo que Fujimori ha aceptado postular a la Dieta, al Parlamento japonés. Una señal equivocada de indiferencia se puede dar hacia la comunidad internacional si es que seguimos en silencio. La falta de opinión en este caso puede permitir que sean las declaraciones favorables a Fujimori las que predominen, dando una sensación falsa de apoyo al extraditable de origen nipón. En ese sentido el Presidente García sabe lo que hace. Sabe que el silencio de los que quieren un juicio justo para Kenya Fujimori y por ello su extradición, contribuirá para generar todo lo contrario, para que el ex presidente no venga. De esa manera García y Fujimori ganarían por partida doble: derrotarían sus miedos compartidos y la alianza aprofujimontesinista seguiría en buen pie. Por ello es necesario intervenir en la acción y el debate. En la acción a través de apoyo a los procuradores y la convocatoria a marchas y en lo político, haciendo recordar al Mundo quién es aquel que fue catalogado por entidades internacionales como uno de los 10 presidentes más corruptos de toda la historia. Finalmente recordemos que estamos cometiendo un grueso error en haber caído en la trampa: nuestro silencio ayuda al extraditable. Es necesario entender que un juicio de extradición es tan político como jurídico. Reconvirtiendo el uso de un apodo de origen aprista podríamos decir que por hacer caso a Alan García estamos claudicando en lo político para convertirnos en devotos cojurídicos.


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